“La atención conjunta no es simplemente que dos personas estén mirando el mismo objeto a la vez. Tampoco es que una persona esté observando a otra mientras ésta explora un objeto, ni tampoco es cuando el niño alterna su atención entre dos fenómenos (una persona y un objeto) con igual interés”.
Tomasello, 1995
Primeras interacciones comunicativas
Entre el sexto mes y el año de vida, los bebés desarrollan la habilidad de coordinar su atención con la de un interlocutor en relación a un objeto o un evento de su entorno. A este fenómeno, central en el desarrollo de los bebés, se le denomina “atención conjunta”, y suele ocurrir sobre todo en situaciones lúdicas con los cuidadores como, por ejemplo, mirando un cuento, construyendo una torre, jugando a encontrar un objeto escondido o haciendo ver que comemos o bebemos.
Para que los bebés sean capaces de mostrar patrones de atención conjunta, los investigadores han señalado que deben producirse una serie de requisitos. Por un lado, los bebés deben ser capaces de seguir la mirada de los adultos hacia el objeto al que se están refiriendo, y a la vez saber indicar ellos mismos la orientación hacia los objetos; es decir, deben saber modificar el foco de la atención de los adultos hacia otro objeto o evento interesante para ellos.
Por otro lado, los bebés deben saber respetar los turnos de palabra a la hora de comunicarse con los adultos. Y, además, tienen que empezar a entender que las acciones de los otros llevan asociadas unas intenciones que ellos pueden interpretar, e incluso predecir, si la situación en la que se encuentran es conocida.
Por tanto, podemos afirmar que la atención conjunta se inicia cuando los bebés son capaces de integrar dos maneras de actuar que antes existían por separado: por un lado, la interacción social con los demás; y por otro, la acción que dirigían hacia objetos o eventos.
El descubrimiento de objetos del entorno constituye el primer paso para el desarrollo de la atención conjunta
Durante los primeros meses de vida, las interacciones comunicativas entre bebés y adultos se establecen típicamente cara a cara y sin la participación de los objetos del entorno. Llega un momento, sin embargo, en que los objetos comienzan a ocupar un lugar dentro de estos intercambios comunicativos. Las interacciones pasan a ser “triádicas” o “a tres bandas”, es decir, teniendo en cuenta al bebé, al adulto y al objeto.
Para que se puedan producir estas situaciones de atención conjunta, es necesario que el bebé haya adquirido antes un interés por los objetos del entorno. Esto se suele dar alrededor del sexto o séptimo mes de vida, periodo en el que los bebés abandonan el hábito/comportamiento de fijarse sólo en su cuerpo para descubrir que el entorno tiene otros elementos importantes para ellos.
A nivel motriz, durante el sexto y séptimo mes de vida, los bebés empiezan también a sostenerse solos mientras están sentados, lo que les facilita manipular objetos y también el intercambio de miradas entre estos nuevos elementos y los adultos. Además, un poco más tarde, hacia los ocho meses, ya son capaces de gatear y, por tanto, de interaccionar con su entorno desde diferentes puntos de vista.
Mientras se producen estos cambios, el papel de los adultos también es muy importante. Los cuidadores pueden hacer comentarios del tipo: “¿qué es eso que tienes en las manos?” O “¿hace ruido?” Así, hablando con los bebés y dirigiendo su atención hacia los objetos y hacia el entorno, facilitan la atención conjunta.
La atención conjunta es básica para el aprendizaje del lenguaje
Varios investigadores han demostrado que la atención conjunta tiene un efecto facilitador en el aprendizaje del lenguaje. Por ejemplo, sabemos que la capacidad de atención conjunta a los doce meses predice el vocabulario que adquirirá el niño. Se considera, por tanto, que esta habilidad constituye la base del desarrollo social, cognitivo y del lenguaje, a la vez que es una condición necesaria para establecer relaciones comunicativas.
Para que haya atención conjunta, los dos interlocutores deben estar pendientes del centro de atención y participar activamente en la interacción. Por otro lado, los bebés deben darse cuenta de que los adultos quieren compartir un centro de interés con ellos, es decir, comprender que los adultos tienen la intención de transmitir información sobre un objeto o evento externo. Por lo tanto, podemos decir que, a partir de esta atención, los bebés descubren que los demás son agentes intencionales.