Preguntas frecuentes

Si mi hijo acaba de nacer. ¿Ya es capaz de reconocer mi voz?

Desde los primeros días de vida, los bebés son capaces de reconocer y preferir la voz de su madre frente a otras voces femeninas diferentes. Además, ya cuentan con un conocimiento muy básico de su lengua materna, ya que saben diferenciarla de otras lenguas que tienen propiedades sonoras y rítmicas muy diferentes.

En cambio, los bebés aprenden a reconocer la voz del padre durante el primer mes de vida, y no hay evidencia científica de que la prefieran por encima de otras voces masculinas hasta casi los cuatro meses de edad.

La habilidad de reconocer las voces familiares es necesaria y nos prepara para poder adquirir la lengua de nuestro entorno.

Cuando hablo con mi hijo se queda embelesado mirándome. ¿Sabemos en qué se está fijando exactamente?

A los bebés les encanta que les hablemos cara a cara y se suelen quedar embelesados mirándonos. Los últimos estudios en relación con esta capacidad han mostrado que, durante los primeros meses de vida, los bebés tienden a dirigir su atención en los ojos de sus cuidadores, aunque también exploran otras partes de la cara.

Hacia el sexto mes de vida, el patrón de mirada de los bebés cambia, y se ha comprobado que prefieren dirigir su atención en la boca del adulto. Se considera que este cambio se debe a que durante este periodo el bebé empieza a producir los primeros sonidos, y por tanto muestra interés en la boca del adulto para intentar averiguar cómo se producen esos sonidos y así poderlos imitar.

Hacia el final del primer año de vida se vuelve a producir un cambio, ya que los bebés vuelven a mostrar interés por los ojos de sus cuidadores y ya no pasan tanto tiempo observando la boca del adulto. El hecho de poder mirar a los ojos y ya no estar tan pendiente de la boca les facilita una mejor interacción y comunicación con sus cuidadores.

En casa acostumbramos a hablar a los bebés en un lenguaje infantil. ¿Es adecuado hacerlo?

Hablar con un lenguaje infantil es una práctica que nos sale de manera espontánea y natural siempre que nos dirigimos a un bebé. Además, los bebés suelen mostrar más interés y atención cuando les hablamos de esta manera. Diversos estudios han comprobado que esta manera de hablar, más melódica, exagerada, repetitiva y pausada es beneficiosa para el aprendizaje de la lengua y, en especial, para la adquisición de habilidades perceptivas como la distinción de los sonidos o el reconocimiento de palabras en un discurso espontáneo.

Sin embargo, este lenguaje infantil no se utiliza de la misma manera durante toda la infancia. El adulto debe ir adecuando de forma natural esta manera de hablar a lo largo de los primeros años de vida y adaptarse al nivel de desarrollo que presenta el niño, hasta llegar finalmente al habla adulta.

 

Mi hijo comenzó a balbucear muy animado, pero hace exactamente un mes que ya no lo hace. ¿Me tengo que preocupar?

La adquisición del lenguaje es un proceso en el que se desarrollan una serie de habilidades diferentes. Durante los primeros 6 meses de vida los niños empiezan a producir sus primeros sonidos, desde ruiditos producidos en la garganta hasta sonidos vocálicos cada vez más claros. Un poco más tarde, entre los 6 y los 8 meses, aparecen las primeras sílabas, que al principio son más difíciles de identificar porque constituyen sonidos consonánticos y vocálicos que poco tienen que ver con el repertorio de sonidos de la lengua, hasta llegar a ser sílabas bien definidas.

Una vez adquirida esta habilidad, el bebé ya no necesita pasar tantos ratos practicando los sonidos y se empieza a fijar en otros aspectos que también son necesarios para adquirir el lenguaje. Esto provoca que empiece a disminuir la práctica del balbuceo que unos meses antes mostraba de manera tan frecuente. Hacia el final del primer año de vida, el niño ya se prepara para producir las primeras palabras y para desarrollar habilidades comunicativas cada vez más complejas.

¿Cantar canciones a mi hijo tiene beneficios para el aprendizaje del lenguaje?

Cantar canciones es una actividad lúdica que muchos padres comparten con sus hijos, y se ha visto que contribuye de diversas maneras a la adquisición del lenguaje.

En primer lugar, los aspectos emocionales o emotivos que surgen mientras cantamos una canción al bebé hacen que aumente su nivel de atención, lo que facilita la percepción de los sonidos, del ritmo y de la melodía que se está produciendo, así como la identificación de las palabras más frecuentes. Desde un punto de vista acústico, cantar canciones en las que aparece un patrón de exageración, de repetición y de pausas, permite que el bebé se familiarice cada vez más con la lengua de su entorno, y, por tanto, le ayudan a conseguir las habilidades perceptivas necesarias para aprender su lengua.

En casa hablamos dos lenguas: ¿qué efecto tiene esto a la hora de aprender a hablar?

Hablar dos idiomas en casa no se considera en absoluto una práctica contraproducente, más bien todo lo contrario. Que padres y madres puedan hablar a sus hijos en su lengua materna permite establecer los primeros contactos afectivos de manera más natural y espontánea, y eso es fundamental para iniciar la comunicación y facilitar el aprendizaje de la lengua. Debemos tener en cuenta que más de la mitad de la población mundial nace expuesta a dos lenguas o en entornos multilingües, y eso no supone ningún problema para los niños que aprenden a hablar.

Además, hay varios estudios que muestran cómo los niños expuestos a dos idiomas no presentan retrasos en el inicio del balbuceo ni en la producción de las primeras palabras. Por lo tanto, ser bilingüe desde el nacimiento no supone ningún problema para el niño.

En casa hablamos más de dos lenguas: ¿qué efecto tiene esto a la hora de aprender a hablar?

Cada vez se dan con más frecuencia situaciones trilingües o incluso de exposición a más de tres lenguas en el entorno familiar. Imaginemos una familia en la que el padre o la madre provienen de países diferentes y, además, se han conocido a través de una lengua que no es su lengua materna. En estos casos el bebé estará expuesto a un mínimo de tres lenguas desde su nacimiento. Estas situaciones no son contraproducentes para que el niño adquiera las diferentes lenguas, pero hay que tener en cuenta que cada lengua se desarrollará a un ritmo diferente. La rapidez en el desarrollo de cada lengua dependerá en gran parte del tiempo de exposición a cada una y del número de hablantes que se dirijan al niño utilizando esa lengua en concreto.

Por lo tanto, es frecuente que los niños expuestos a más de dos lenguas empiecen a expresarse con la lengua que más se habla en casa y en su entorno más cercano. Por otra parte, las lenguas menos utilizadas en su entorno se suelen adquirir más tarde, cuando el niño ya se siente más seguro comunicándose con una de las otras lenguas.

Es muy probable que el niño comprenda perfectamente todas las lenguas que se hablan en casa desde muy pronto, pero para utilizarlas necesita más tiempo que los niños que están aprendiendo una única lengua. Además, les puede pasar como a los niños bilingües, que mezclan palabras de las diferentes lenguas a las que están expuestos y, por tanto, les costará un poco más dominarlas.

Mi hijo ve la televisión en inglés. ¿Esta práctica puede ayudarle a aprender una lengua extranjera?

Uno de los aspectos fundamentales y necesarios para aprender una lengua son las situaciones de interacción comunicativa, es decir, el hecho de interactuar con hablantes de esa lengua. Por lo tanto, el niño no aprende una lengua extranjera si sólo ve dibujos animados, películas o programas de televisión en esa lengua. Lo que sí es cierto es que esta práctica, en edades más mayores, puede tener beneficios (aunque nunca puede equipararse a una interacción real). Por ejemplo, oír hablar una lengua extranjera, aunque sea por un medio audiovisual, puede favorecer la percepción de sonidos y ayudar al niño a familiarizarse con ellos, de modo que cuando se plantee aprender este idioma tendrá ventajas sobre aquellos que no se han familiarizado con esos sonidos.

Al mismo tiempo, sin embargo, varios estudios indican que una exposición continuada a la televisión en menores de 3 años puede estar asociada a un peor desarrollo cognitivo o del lenguaje. Desde la AAP (American Academy of Pediatrics) se recomienda a los padres que eviten la exposición regular a la televisión en los niños menores de 2 años.

Por tanto, aunque ver la televisión en inglés puede ser una práctica que favorezca la familiarización con los sonidos de esta lengua, para aprender una lengua extranjera es necesario interactuar de forma frecuente con hablantes de esa lengua.

¿Llevar a mi hijo a la guardería mejorará su aprendizaje del lenguaje?

Algunas familias tienen que decidir si prefieren llevar al niño a la guardería o bien si lo dejan en casa con algún familiar que se ocupe. Tanto una opción como la otra son válidas, siempre y cuando nos aseguremos de que el niño estará en un entorno rico en interacciones y prácticas comunicativas. Por ejemplo, contar con un familiar que pueda cuidar al niño en casa es una buena opción si este adulto puede dedicarle ratos de calidad.

Por otra parte, las condiciones de la guardería también son importantes. Saber cuántos monitores hay por bebé, qué actividades se llevan a cabo y qué método educativo se sigue/emplea son aspectos que hay que conocer para valorar si el tiempo que nuestro hijo pasa en la guardería es favorable para sus prácticas comunicativas. El debate, pues, no es tanto si el niño debe estar en casa o en la guardería, sino en qué condiciones va a estar el niño en cada entorno.

¿Tengo que preocuparme si mi hijo no dice ninguna palabra a los 12 meses?

El inicio de la producción de las primeras palabras es bastante variable. Hay niños que empiezan muy pronto, alrededor de los 12 meses, y los hay que no lo hacen hasta más tarde, hacia los 14, 16 o incluso 18 meses. Estas primeras palabras suelen llamarse “aproximaciones de palabras” o “protopalabras”: los niños utilizan un mismo sonido para denominar un objeto o un acontecimiento y, aunque puede contener errores de forma y de pronunciación, ese sonido ya empieza a parecerse a la palabra empleada por los adultos. Por ejemplo, cuando el niño dice siempre “tota” para referirse a “pelota”, ese “tota” pronunciado espontáneamente ya se puede considerar una primera palabra.

En esta primera etapa, de los 12 a los 18 meses de edad, muchos padres suelen mostrar preocupación si el niño tarda mucho decir las primeras palabras. Sin embargo, lo que realmente es importante en estos inicios es comprobar que el niño adquiere un buen nivel de comprensión de lo que se le dice y, por tanto, que ya cuenta con cierto vocabulario receptivo. Es importante también observar el conjunto de indicadores del desarrollo de la comunicación y del lenguaje como los que describimos en esta web.