“La habilidad y la motivación por seguir la mirada del otro entre los diez y once meses de edad, ofrece una ventaja en el juego del aprendizaje de palabras que se puede medir a lo largo del segundo año de vida”.
Brooks & Meltzoff, 2008
Seguimiento de la mirada
El seguimiento de la mirada del adulto es una habilidad que evoluciona durante el primer año de vida y que permite seguir el foco de la mirada del otro hacia un objeto o persona del entorno, es decir, “mirar al lugar hacia donde mira la otra persona”.
A partir del tercer mes, la atención es ya mucho más flexible. El niño puede empezar a alternar la mirada entre el adulto y un objeto que este le muestre. Sin embargo, no es hasta aproximadamente los nueve meses que los niños son conscientes de que el foco de la mirada del adulto conlleva una intención por parte del mismo. A partir de este descubrimiento, los niños se dan cuenta de que, siguiendo las miradas de los adultos, pueden compartir intereses y experiencias con ellos.
Los niños aprenden a identificar que la mirada del adulto se dirige hacia lugares de interés.
El seguimiento de la mirada, como otros comportamientos que implican atención conjunta entre adultos y niños (por ejemplo, el gesto de señalar, se desarrollan a partir de los 9 meses y son claramente intencionales al final del primer año de vida.
El adulto puede utilizar diversas estrategias para dirigir la atención del niño y favorecer situaciones de atención conjunta. Puede señalar o mirar hacia un objeto diciendo “¡Oh, mira! ¡Una marioneta!”. También, mediante la mirada puede provocar que el niño se fije en un objeto. Sin embargo, la mayoría de veces que los adultos dirigen el foco de atención con la mirada y un gesto de señalar también los acompañan con palabras.
Por tanto, podemos decir que el seguimiento de la mirada representa un hito fundamental para el desarrollo comunicativo y del lenguaje, ya que posibilita que se den situaciones de atención conjunta e intencionalidad comunicativa entre niños y adultos.
Los niños aprenden nuevas palabras cuando miran hacia sus referentes físicos en situaciones de atención conjunta.
A medida que comprenden las intenciones de las miradas de los adultos y comparten la atención con ellos, los niños aprenden también a estar pendientes de estos cuando se refieren a objetos y eventos, ya sea mediante la palabra, el gesto de señalar o con la propia mirada. Este hecho permite al niño ir creando asociaciones entre palabras y sus referentes, es decir, ir identificando los nombres que se corresponden con los objetos y con las situaciones de su entorno.